miércoles, 11 de febrero de 2015

Roberto Íñiguez: "Aprender de los jugadores no es rendirles pleitesía"

Cronómetro de Récords entrevista al ex entrenador de Ros Casares y Fenerbaçhe, que está viviendo un año sabático 

Roberto Íñiguez - Foto: FIBA Europe. 

Cuando Pablo ve que a su padre acercarse con un papel en la mano no se aguanta la risa. “Se ríe cada vez que le doy una cartita o una nota. Viene a decir ya viene el Abuelo Cebolleta con su filosofía”, cuenta Roberto Íñiguez (Vitoria, 1967), ex jugador de Liga ACB (Pamesa Valencia, Gran Canaria y Juver Murcia) y ex entrenador, entre otros, de Ros Casares y Fenerbahçe. Está viviendo un año sabático. Un paréntesis para poder recuperar momentos perdidos con la familia y anécdotas con su hijo Pablo Íñiguez, jugador del
Villarreal cedido en el Girona, y con el resto de su familia. En esta entrevista para Cronómetro de Récords, que ha servido de material para el quinto capítulo de la sección Desde la anécdota, de La Hora de Lok@s (Pasión Deportiva Radio), hablamos con Roberto Íñiguez de mil y un temas: su oficio, la gestión de egos, jugadores y jugadoras... Se nota que le encanta escribir (lo hace habitualmente en su Twitter @Robertoih5) y comunicar, y que sabe escuchar.  

—¿Cómo es la adrenalina del entrenador?
Depende de las circunstancias y del carácter del entrenador. Cuando entreno o compito me gusta estar muy metido, estar encima del equipo. Soy muy exigente conmigo mismo y a veces lo paso peor después del partido, cuando analizo cómo ha ido todo, qué  podía y podíamos haber hecho mejor… Es bastante común [en el gremio] que pase eso. 

—“Siempre se puede mejorar y aprender” dices en tu descripción de Twitter. El entrenador no desconecta nunca. 
En cualquier profesión  el que se acomoda deja de crecer. Cada mañana naces de nuevo y hay que tener aspiraciones y querer mejorar.   

—De todas las jugadoras a las que has entrenado, ¿cuál ha sido la más receptiva, la más dispuesta a escuchar y crecer?
Cuando entrenaba en masculino disfruté de bastantes jugadores de ese tipo. Uno de ellos fue Víctor Claver, un ejemplo de evolución, de aprender y estar con los ojos abiertos. Luego, en femenino, he tenido muchísima suerte de entrenar en el Ros Casares a Laia [Palau] y Silvia [Domínguez], siempre exigentes con ellas mismas y con las compañeras.

—¿Las ves como entrenadoras en un futuro?
A Laia no. Vive mucho el baloncesto, pero quizás su futuro, por su carácter, esté más ligado con la sociedad. Con ayudar, seguramente. A Silvia sí que la puedo ver: es muy curiosa con el baloncesto, le gusta analizar, pensar, llevar el mando en la pista… Tiene el carácter de entrenadora.  

—¿Con las dos tuviste charlas eternas sobre baloncesto y la vida?
Sí. Durante una temporada pasas por momentos malos y te apoyas, sobre todo, en ese tipo de personas. Con Isabel Yacoubou, a la que entrené en Ros Casares y Fenerbahçe, también puedes hablar mucho de todo, pero Silvia y Laia son especiales.  

—En España si el equipo gana, lo hacen las jugadoras, y si pierde, se equivoca el entrenador. ¿Qué se podría hacer para que se os valore más?
En Turquía los clubs son de jugadoras y jugadores. Idolatran al jugador y el entrenador siempre está en un segundo plano. Es algo que hablaba mucho con Zeljko Obradovic en el Fenerbahçe. En otros clubs el entrenador sí que es importante. De hecho, cuanta más cultura deportiva haya, más lo es. De todas formas, no me como mucho la cabeza con eso.   

—Para mí una de las virtudes de un buen entrenador es rescatar al jugador discutido que ha perdido la confianza. Como Simeone con Fernando Torres. 
Estoy de acuerdo. Me gustan mucho esos casos de chavales de formación en los que nadie se ha fijado y que por su constancia acaban siendo los mejores. O, como dices, jugadores que parecen retirados y a los que el entrenador devuelve confianza y lleva a su mejor nivel. No se puede decir que un jugador sea malo porque no haya jugado con un entrenador. Puede que no cuentes para uno, pero puede haber un cambio y tienes que  estar preparado porque puedes ser muy importante para el nuevo técnico.

—“En deporte lo importante es no tener miedo, sino triunfar sobre él”. Otra frase tuya en el Twitter. 
Lo hablo mucho con mi hijo. Me refiero a la tensión a la competición, al miedo a no cumplir las expectativas. Todos los deportistas lo sienten en un momento dado, pero el valiente es quien es capaz de salir victorioso de ese miedo. Tener éxito no es ganar siempre, sino enfrentarte a eso una y otra vez.  

—Esa sensación es muy adictiva. 
El deporte es adictivo. Te metes en un mundo un poco irreal, y hay que frenar un poco, respirar y mirar a tu alrededor. Hoy en día en el deporte a 200 por hora.

—¿Y cómo sales de esos 200 por hora? ¿Cómo desconectas?
A veces he salido dejando de entrenar. Es la segunda vez que lo hago en mi carrera como entrenador. Estuve seis años seguidos en Valencia Basket y decidí parar un año. Como ahora, tras cuatro en Valencia y tres en femenino. Tuve una opción bastante buena en Rusia, pero necesitaba volver a recuperar la energía y la pasión por entrenar, y disfrutar de la familia, sobre todo de mi hijo. Cada uno es como es. 

—Tomas distancia de las pistas y adquieres una visión más global.
Recupero experiencias que es muy difícil vivir como entrenador, y más cuando estás fuera de España. Me sienta bien. Aunque también te puede perjudicar: te sales de la rueda, hay quien puede olvidarse de ti, quien crea que tras un año sin entrenar has perdido cierta dinámica...  

—¿Cuándo decidiste que no continuarías en el Fenerbahçe?
En febrero o marzo de la pasada temporada. Fue entonces cuando intenté apretar más fuerte y dar lo máximo de mí. No quería irme con esa sensación de bueno, como lo voy a dejar, me dejo ir. En enero o febrero me planteé que aceptar, en el caso de que saliese, algo en Europa muy interesante. Pero es complicado: los equipos grandes, más o menos, están funcionando. Seguramente será de cara a la temporada que viene. 

—¿Cómo tendría que ser ese equipo? ¿Es indispensable que juegue Euroliga?
Entrenaré a un equipo que quiera trabajar. No descarto volver a entrenar en España. No estoy esperando la gran oferta porque que haya disputado [tres] finales de Euroliga. No me preocupa demasiado que sea al máximo nivel ni de nivel medio. Quiero que sea un equipo profesional, ya que no me veo ahora en formación, aunque no lo descarto en un futuro.   

—Hubo quien no valoró demasiado que ganases la Euroliga y la Liga con el Ros Casares (la Copa de la Reina se quedó por el camino). Lo hiciste con un equipo repleto de estrellas, pero tampoco debe ser sencillo gestionar tantos egos y lograr que ninguna jugadora se sienta por encima del resto. 
A esa gente le diría que se pongan a entrenar y vean cómo es hacerlo con un grupo así. Les preguntaría cuántas Euroligas había ganado Ros Casares antes, y cuántos entrenadores habían pasado por allí. Desde fuera es muy fácil hablar. Es lo que comentabas, posiblemente a veces no se valore [lo suficiente] la figura del entrenador y miremos más las plantillas...  


Roberto Íñiguez, con el Ros Casares campeón de la Euroliga 2012. Foto: FIBA Europe. 

—Quizás con el entrenador pase lo mismo que con el jugador. Hay quien sin ver el partido analiza el rendimiento del jugador por sus estadísticas. El trabajo sucio y silencioso no suele salir en los números.  
Ciertos detalles no se ven en la estadística: el día a día, el poner tu ego al servicio del equipo... Para eso está el entrenador, para valorar todas esas cosas. Hay jugadoras que en valoración siempre están en números altos, pero cuya aportación al equipo a veces no es ni tan siquiera positiva porque desunen.

—¿Has conseguido equilibrar o reconducir a algún jugador o jugadora así?
Es un tema complicado. Una de las tareas más importantes que tiene un entrenador es la gestión del vestuario y de egos. En eso tenemos un fenómeno en España: Lucas Mondelo. Todos los entrenadores tenemos que aprender mucho de él: te puede gustar más o menos su baloncesto o cómo comunica, pero es indudable que mete a todo el mundo en el mismo objetivo. Igual que las jugadoras, el entrenador tiene que bajarse el ego, sobre todo cuando las cosas van bien. [Esa situación] te engaña y confunde mucho. 

—¿Has tenido que dejar por imposible a alguien?
Sí. Me ha pasado. 

—¿Varias veces?
Sí, y no es nada agradable. Me ha sucedido hasta en formación. El caso del jugador que no se adapta al grupo, mira sólo por él y tiene comportamientos inaceptables. Como entrenador sientes el fracaso de no haberlos metido a todos en la misma dinámica. No hay nada más bonito que eso, que ver al equipo con una sonrisa. Cuando lo consigues, eres la persona más feliz del mundo. 

—¿Cuál es tu favorito para ganar la Copa de la Reina de Torrejón de Ardoz?
Perfumerías. Está jugando Euroliga, una competición muy exigente, y seguramente eso podrá trasladarlo a la Copa de la Reina. Aunque Girona le haya ganado los dos partidos, Perfumerías tiene un nivel muy superior al resto. Creo que es favorito y estoy convencido de que la va a ganar. 

—Si tuvieras que elegir a la reina, a la MVP del torneo... ¿Quién crees que será?
Me da igual. A los trofeos individuales no les hago ni caso. Deberían eliminarse en formación, pues provocan egos, que haya padres que crean que tienen algo más de lo que tienen... Si un equipo gana, el MVP es el equipo, el vestuario, el staff técnico... 

—¿El concepto de MVP desvirtúa el sentido del deporte? 
Si quieres ser MVP y estar siempre por encima de los demás, tienes otros deportes. Te pones a jugar a tenis y no hay ningún problema. El baloncesto es un deporte de equipo: los cinco tienen que defender, el banquillo, animar…; nadie puede ser egoísta; nadie puede ahorrarse un esfuerzo para meter puntos después; nadie debe estar contando, porque he vivido esos casos, los puntos que lleva y asistencias; nadie puede pedirle la estadística al delegado en el descanso y decirle que le faltan dos puntos, una asistencia o dos robos. Ese tipo de cosas dividen a los equipos, aunque nuestra sociedad está montada así. Nos encanta decir quiénes son los mejores y los peores… Forma parte del juego. 

—Del juego de clasificar y de dividir.
En un partido alguien puede ser el mejor jugador de su equipo sin meter puntos.  

—En alguna entrevista has dicho que eras un base que pensaba más en hacer jugar al equipo que en anotar. 
Yo no he sido MVP ni... No es que esté hablando de mí. Ahora mismo, Laia Palau es una jugadora clave tanto en la selección como en Praga. También lo era en Ros, donde metía puntos sólo cuando el equipo lo necesitaba. Era capaz de jugar 25 o 30 minutos sin anotar y dar muchísimo al equipo. Esas jugadoras para mí son MVP, no las que meten 30. En Estambul tuve una jugadora que anotaba mucho y aportaba poco, especialmente cuando llegaban los momentos de la verdad.

—¿Quién? 
En el aspecto positivo, no tengo ningún problema de hablar. En el aspecto negativo, pienso que no es ni de caballero ni de entrenador. Me lo guardo para mí, aunque ella lo sabe.  

El entrevistado, durante un tiempo muerto con el Fenerbaçhe. Foto: www.trtturk.com

—¿Laia Palau es la base más inteligente que has entrenado y visto?
Laia es muy inteligente y, sobre todo, muy experta. No juega cómo cuando tenía 25 años: ve el baloncesto distinto, más claro y sencillo, como todos a los que han respetado las lesiones y superan los 28 o 29 años. Por su constitución, Laia es, físicamente, una privilegiada.

—Hablando de lesiones, tú te acabaste retirándote por eso. Forzaste en algunos partidos. 
Hice muchísimo el burro cuando jugaba. Aconsejaría hacer todo lo contrario de lo que hice.

—Joan Plaza dijo el otro día en el Palau que nunca había forzado a un jugador a jugar lesionado. ¿Has convencido a alguien para que no forzase?
Muchas veces te encuentras diagnósticos médicos que te dicen no tiene nada, la lesión está curada, pero el jugador no lo siente así. Nota que algo que le duele y le está limitando. Hay que escucharle, comprenderle y ponerse en su lugar. Veo muchos casos de gente que no hace caso a su jugador. Al final esas situaciones siempre acaban mal. 

—Por lo que he leído, acabaste muy harto del baloncesto cuando te retiraste. ¿Cómo volviste a enamorarte de él?       
Tampoco acabé tan harto. Mi último año en Gandía fue espectacular. Dejé de jugar al baloncesto a los 30 años y tras una de mis mejores temporadas. Me acuerdo perfectamente de lo que le dije a Isma Cantó cuando quiso renovarme: Isma, me lo he pasado tan bien, he disfrutado tanto, que quiero dejarlo con este sabor. Acababa de nacer mi hijo, teníamos en mente un negocio familiar, estaba en Valencia, las ofertas eran para irme fuera o no hacer demasiada vida en casa...

—¿Te has arrepentido de aquella decisión?
A veces me digo que tenía que haber jugado más porque estaba en un momento físico sensacional. Lo decidí así. Durante un año veía baloncesto, porque es algo que, claro, te tira, aunque estaba bastante alejado de las canchas. Luego empecé a sacarme más títulos de entrenador, empecé a escribir en prensa y a colaborar en la radio... Me picó el gusanillo de entrenar otra vez, pero lo hice desde abajo, y fui escalando poco a poco.  

—¿De jugador ya tenías claro que entrenarías después?
Siendo júnior entrenaba a un equipo de minibasket en el colegio San Viator, de Vitoria, donde había muchísima cultura de baloncesto. Ya entonces me encantaba entrenar. Siempre he sido bastante crítico interiormente con mis entrenadores e intentaba con qué podía quedarme de cada uno.

—A quien más teme un entrenador mediocre es al jugador crítico. 
Al que le pregunta. A mí me encantan esos jugadores y cogerlos al acabar el entrenamiento para hablar con ellos. Es verdad que hay que tener un respeto al entrenador. No se puede estar parando un entrenamiento constantemente, pero hay que hablar con el técnico. Aprendo de mis jugadores, y el entrenador que no lo haga se equivoca. En un sistema puedes ver un detalle que ha hecho un jugador y añadirlo al juego. Aprender de los jugadores no es rendirles pleitesía, sino todo lo contrario.  

—Que haya distancia y, a la vez, que no la haya. 
Ése es el equilibrio, y no es fácil alcanzarlo. A veces se rompe, y hay que pegarlo otra vez con pegamento. Hay que ir construyéndolo. Como entrenador, sobre todo, tienes que ser tú mismo. Si no lo eres y pretendes ir disfrazado todo el día o parecerte a alguien, los jugadores te cazan.    

—Acabas de firmar por Prodep. 
He trabajado muy bien con Abilio Muñoz, de 4 Players Sports, tres años y ahora con Prodep porque creo que va a ser positivo para mí en el futuro. Nicolás San José había hablado conmigo varias veces y le vi muy interesado en representarme. Él sabía que prácticamente estaba en un año sabático y está moviendo el asunto de cara al año que viene.    

—¿Cómo estás disfrutando del baloncesto? ¿Verás esta tarde el CD Zamarat-Gernika Bizkaia en Teledeporte? 
Esta tarde voy a ver el Lugo-Girona. Ahí está mi hijo, y además con mucha tensión. A ver si, con todo el respeto al Lugo, el Girona puede puntuar. Y del baloncesto disfruto mucho viéndolo desde fuera. Intento criticar poco y ver los detalles positivos de entrenadores y jugadores. Enriquecerme.  

Puedes escuchar el quinto capítulo de De desde la anécdota de Roberto Íñiguez, en la Hora de Lok@s 

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